
1. El ministerio de Pablo y el llamado de Timoteo
El pastor David Jang examinó junto con la congregación qué misión nos fue encomendada cuando el Señor resucitado se apareció a sus discípulos. El capítulo 21 del Evangelio de Juan puede dividirse en tres grandes apartados: el primero trata sobre la misión (la obra misionera), el segundo sobre el pastoreo, y el tercero sobre el “tiempo”, es decir, el fin de los tiempos (escatología). Siguiendo estos tres temas, podemos confirmar la profunda exhortación que el Señor dio personalmente a sus discípulos. La esencia es clara: sin confusión, debemos cumplir con la misión que se nos ha encomendado. Incluso después de su resurrección, el Señor volvió a mostrar a los discípulos quién era Él y para qué obra habían sido llamados. Ese contenido se aplica igualmente a nosotros hoy. Es decir, como creyentes en el Señor resucitado, debemos cumplir con la misión y la responsabilidad que nos tocan, contemplando la obra misionera, el pastoreo y la perspectiva de los últimos tiempos.
Después de compartir este mensaje, en la iglesia se concluyó el estudio de las Cartas a los Tesalonicenses (1 y 2 Tesalonicenses). Estos escritos contienen enseñanzas y advertencias profundas sobre la escatología dirigidas a la hermosa iglesia de Tesalónica, así como consejos pastorales muy prácticos, que también resultan provechosos para la iglesia de hoy. Luego, dentro de las cartas de Pablo, encontramos las llamadas “cartas pastorales”: 1 y 2 Timoteo y Tito. El pastor David Jang hizo hincapié en prestar especial atención a esta sección. Las cartas pastorales son escritos en los que Pablo guía a sus discípulos en el ministerio —es decir, Timoteo y Tito— sobre cómo pastorear. A través de ellas podemos aprender de manera concreta acerca del funcionamiento de la iglesia, la actitud pastoral, la forma de cuidar a los creyentes, el orden eclesiástico, entre otras muchas cosas.
El pastor David Jang también explicó brevemente la evolución histórica de la teología pastoral. La Reforma (Reformation) marcó la transición de la Iglesia Católica (iglesia antigua) a la Iglesia Reformada (protestantismo). Entre los principales reformadores estuvieron Lutero, Calvino y Zwinglio. Después surgió la ortodoxia protestante, y ante la oposición que suscitaba, emergió la teología liberal (liberalismo). Sin embargo, al observar que esta teología liberal amenazaba y disolvía seriamente la iglesia, se levantó un movimiento para volver a la ortodoxia protestante llamado “neo-ortodoxia”. Teólogos como Karl Barth (autor de Kirchliche Dogmatik o Dogmática Eclesiástica), Paul Tillich, Emil Brunner y Reinhold Niebuhr se esforzaron por defender el evangelio. Entre ellos, Karl Barth se encontraba en Basilea, Suiza.
Eduard Thurneysen (1888-1974) fue un teólogo de Basilea que marcó profundamente el pensamiento de su época al sistematizar la teología pastoral. Estudió en la Universidad de Basilea y posteriormente enseñó en la Universidad de Berlín. Su obra representativa, Die Lehre von der Seelsorge (publicada en español simplemente como Pastoral o “La pastoral”), ofrece una guía detallada sobre cómo ejercer el ministerio en el contexto real de la iglesia. El pastor David Jang recordó que en su juventud quedó fascinado con el libro de Thurneysen y que, cuando viajaba por Europa, siempre sintió el deseo de visitar Basilea.
La teología pastoral se engloba dentro de la teología práctica. Por lo general, cuando se estudia teología, en el primer año se sientan las bases fundamentales; en el segundo se aborda la teología bíblica e historia de la iglesia (teología histórica); en el tercero se estudia la teología sistemática (la doctrina); y en el cuarto, la teología práctica. La homilética (predicación) y la pastoral pertenecen a esta área de la teología práctica. Y la raíz y fundamento de esta teología práctica se hallan en la Biblia. En particular, las Cartas Pastorales de Pablo (1 y 2 Timoteo, Tito) contienen el meollo y la estructura básica del cuidado pastoral de la iglesia. Por ello, para quienes cuidan del cuerpo de Cristo, estas cartas pastorales son guías de enorme importancia.
Junto a las Cartas Pastorales se encuentra la Carta a Filemón, que, si bien fue escrita a una sola persona (Filemón), contiene valiosos contenidos que deben ser leídos en comunidad. De este modo, tras las 13 cartas de Pablo (desde Romanos hasta Filemón), aparece la Carta a los Hebreos, cuyo autor no se identifica. Por esta razón ha habido un largo debate sobre su autoría. Además, su forma difiere del estilo epistolar típico de Pablo, pues no presenta ni su saludo inicial ni su despedida de la manera habitual. Sin embargo, en Hebreos 13:23 se lee: “Sabed que nuestro hermano Timoteo ha sido liberado; si él viene pronto, iré a veros con él”. Basándose en que Pablo solía subrayar su cercana relación con Timoteo, algunos académicos conjeturan que Pablo podría ser el autor, si bien no hay unanimidad al respecto.
Así pues, Timoteo era uno de los colaboradores más apreciados por Pablo, y su nombre aparece en numerosos pasajes de las cartas paulinas. Entre los colaboradores de Pablo dedicados al ministerio, destacan especialmente Timoteo y Tito. Sin duda, hubo muchos héroes anónimos que sirvieron sin reconocimiento. Basta con revisar Romanos 16 para encontrar a un gran número de colaboradores de Pablo. Él valoraba en gran manera el trabajo en equipo, de modo que cumplía la misión de evangelización y pastoreo junto a muchos compañeros de ministerio. Entre ellos, Timoteo ocupó un lugar tan especial que aparece como coautor en seis de las cartas paulinas (2 Corintios, Filipenses, Colosenses, 1 y 2 Tesalonicenses, Filemón).
Si observamos quién era Timoteo, vemos que este se convirtió en colaborador de Pablo durante su segundo viaje misionero, cuando Pablo volvió a visitar las regiones de Derbe y Listra (Hechos 16:1-3). Su madre era una judía creyente y su padre era griego, mientras que su abuela Loida también era una fiel creyente, como indica Pablo en 2 Timoteo. Timoteo tenía un carácter apacible, y en situaciones difíciles se preocupaba mucho. Tan complicadas eran las circunstancias —tenía que enfrentar herejías dentro de la iglesia y persecución externa— que llegó a padecer de problemas estomacales (1 Timoteo 5:23). Asimismo, Pablo menciona en 2 Timoteo 1:4, “al acordarme de tus lágrimas”, lo que señala que Timoteo era alguien muy sensible y propenso al llanto.
En su primer viaje misionero, Pablo salió de Antioquía junto con Bernabé y Marcos, llevando el evangelio a varias regiones. En Listra, ocurrió el milagro de la sanidad de un hombre cojo de nacimiento, lo que llevó a la gente a deificar a Pablo y Bernabé. Pero Pablo rechazó con firmeza aquella equivocada reacción y continuó predicando el evangelio. Entonces, a causa de la envidia de los judíos, Pablo fue apedreado hasta casi morir, y su cuerpo fue arrojado fuera de la ciudad. Sin embargo, Dios “lo levantó” (Hechos 14:19-20). El nombre de la región, “Listra”, significa “rebaño de ovejas”, pero allí Pablo sufrió un apedreamiento casi mortal y experimentó el milagro de volver a la vida. Cuando regresó a esa misma tierra durante su segundo viaje misionero, encontró allí a Timoteo, cuyo nombre significa “temeroso (o temeroso de Dios)”, y lo tomó como colaborador. Para Pablo, Listra era una zona marcada por sangre y lágrimas, pero el Señor permitió que allí conociera a Timoteo, un servidor valioso.
Se piensa que 1 Timoteo fue escrita aproximadamente entre los años 63 y 65 d.C., después de que Pablo cumpliera dos años de arresto domiciliario en Roma y fuera liberado temporalmente. Tras salir de la prisión, Pablo emprendió otro viaje misionero. En ese trayecto dejó a Tito en la isla de Creta y a Timoteo en Éfeso. La iglesia de Éfeso era una gran congregación en la que Pablo había invertido tres años de ministerio con gran esfuerzo y dedicación, y que había experimentado un notable avivamiento. Pablo deseaba ardientemente llegar hasta Hispania (España) para proclamar el evangelio (Romanos 15:28), y seguir expandiéndose a otros lugares. Sin embargo, había falsos maestros que se habían infiltrado en la iglesia de Éfeso, sembrando confusión, por lo que Timoteo debía quedarse allí para enderezar la situación.
El pastor David Jang leyó y explicó el texto de 1 Timoteo, ilustrando con detalle el significado y el contexto de la carta que Pablo envió a Timoteo. Pablo comienza la epístola saludando:
“Pablo, apóstol de Cristo Jesús por mandato de Dios nuestro Salvador, y de Cristo Jesús nuestra esperanza” (1 Timoteo 1:1).
Aquí, el término “Salvador” proviene del griego soter (σωτήρ), un título que en aquella época se atribuía exclusivamente al emperador romano, pero que Pablo aplica a Dios, proclamando que no el emperador, sino Dios es el verdadero Salvador de todo el mundo. Además, para Pablo y Timoteo, Cristo Jesús constituye “la esperanza”.
“A Timoteo, verdadero hijo en la fe: Gracia, misericordia y paz de Dios Padre y de Cristo Jesús nuestro Señor” (1 Timoteo 1:2).
Pablo llama a Timoteo “verdadero hijo en la fe”. Timoteo ocupaba un lugar muy especial en su corazón. También Pablo extiende la bendición de “gracia, misericordia y paz”. Normalmente, sus saludos incluyen “gracia y paz”, pero aquí añade “misericordia”, algo distintivo en 1 y 2 Timoteo. En el capítulo 1 se ve que Pablo reflexiona profundamente sobre la misericordia de Dios derramada sobre un pecador como él.
Pablo explica que dejó a Timoteo en Éfeso para encargarle que previniera a ciertas personas de enseñar “doctrina diferente” (1 Timoteo 1:3). Al parecer, en la iglesia de Éfeso había quienes se dedicaban a “fábulas y genealogías interminables” (1 Timoteo 1:4). Estos individuos, basados en el Antiguo Testamento y diversas tradiciones, exageraban o interpretaban mal historias y genealogías, desviando el camino que debía culminar en el evangelio consumado en Cristo. Además, bajo la influencia del gnosticismo, causaban disputas y confusión en la comunidad cristiana.
El pastor debe proteger a la iglesia de estas “doctrinas diferentes”. Incluso hoy, el secularismo y otros pensamientos ajenos al evangelio intentan infiltrarse en la iglesia, distorsionando la esencia de la fe. Por eso el pastor, como responsable de la iglesia, debe guardar el evangelio con firmeza y enseñar fielmente lo fundamental. Ese es uno de los encargos primordiales del pastor.
Pablo subraya que aquellos que se enredan en controversias, fábulas y genealogías caen en la vanidad (1 Timoteo 1:6-7). Aclara que la ley es buena (1 Timoteo 1:8), pero que esta sirve para revelar el pecado y conducir a las personas al evangelio (1 Timoteo 1:9-11). La ley, por sí sola, basta para condenar a la gente, pero no puede salvar. Por eso, señala Gálatas 3:24, la ley es un “ayo” o tutor que nos lleva a Cristo.
A continuación, Pablo describe una vez más el evangelio que recibió, llamándolo “el evangelio glorioso del Dios bendito” (1 Timoteo 1:11), y manifiesta su gratitud por haber sido puesto a su servicio:
“Doy gracias a Cristo Jesús nuestro Señor, que me fortaleció, porque me tuvo por fiel poniéndome en el ministerio” (1 Timoteo 1:12).
El pastor David Jang resaltó este pasaje de manera especial. Pablo considera un “motivo de gratitud” el haber recibido su ministerio. No ve el cargo que se le ha conferido como un mero peso o carga, sino que, siendo uno que ni siquiera merecía la salvación, fue llamado a ejercer un ministerio tan importante como el pastoral, y por ello lo asume con gozo y gratitud.
“Habiendo sido yo antes blasfemo, perseguidor e injuriador, pero fui recibido a misericordia…” (1 Timoteo 1:13).
Pablo confiesa que en el pasado se había dedicado a oponerse a Jesús y a destruir la iglesia. Reconoce que él era pecador y débil, pero que, por la compasión de Dios, recibió perdón y salvación, llegando incluso a decir: “Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero” (1 Timoteo 1:15). Esta confesión tan sincera de Pablo conmueve profundamente tanto a los pastores como a los creyentes.
El pastor David Jang citó este versículo, destacando que “el ministerio comienza con el reconocimiento de que somos pecadores”. Un pastor que no reconozca haber sido perdonado y objeto de la misericordia divina no podrá servir a la comunidad eclesial con amor. Tal como se habla del “sanador herido” (wounded healer), solo quien conoce el perdón y las lágrimas del arrepentimiento puede cargar con el pecado y el dolor ajenos para cuidar a otros.
“Pero por esto fui recibido a misericordia… para que en mí, el primero, mostrase Jesucristo toda su clemencia, para ejemplo de los que habrían de creer en Él para vida eterna” (1 Timoteo 1:16).
Pablo explica que el hecho de que él, “el primero de los pecadores”, recibiera compasión tiene como propósito convertirse en un modelo para todos los que luego crean en el Señor y obtengan la vida eterna. En otras palabras, el evangelio es un testimonio poderoso de que puede alcanzar y transformar aun a la persona más indigna y llena de errores, salvándola y usándola para su obra.
El pastor David Jang insistió en la importancia del mandato: “milites la buena milicia” (1 Timoteo 1:18). Esto es de vital relevancia en la práctica pastoral: hay que detener las “doctrinas diferentes”, defender la esencia del evangelio, amar y cuidar a los hermanos y, además, trabajar en equipo, llorando y gozándose conjuntamente. Sin embargo, a veces sucede que algunos naufragan en la fe, y el pastor debe sobrellevar también esa pena (1 Timoteo 1:19-20). Esta es la realidad del pastoreo.
Pablo concluye el capítulo 1 glorificando a Dios:
“Por tanto, al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén” (1 Timoteo 1:17).
El pastor David Jang afirmó que este es el objetivo último del ministerio y de la fe. En definitiva, nuestra vida y nuestro servicio apuntan a dar gloria a Dios, y esa gloria no es fruto de lo que seamos nosotros, sino de la misericordia y la gracia del Señor.
2. Un ministerio edificado en la misericordia
Ahora, el pastor David Jang resaltó el tema central que atraviesa toda 1 Timoteo: el “ministerio” y la “misericordia” que le sirve de base. En 1 Timoteo 1, Pablo expone por qué es necesario proteger la iglesia —ya que los falsos maestros son peligrosos— y concluye que la fuerza del ministerio proviene de la compasión de Dios. Rememora que él mismo, siendo el peor de los pecadores, recibió misericordia, y exhorta a que el pastor nunca olvide este hecho, dando testimonio de ello al cuidar de la comunidad.
El pastor David Jang explica que esto es precisamente la fuerza que produce “amor”. En 1 Timoteo 1:5 se lee: “El propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida”. Es decir, el fin de toda enseñanza y corrección en la iglesia es “el amor”. Y ese amor brota naturalmente cuando comprendemos profundamente la gran misericordia que recibimos del Señor. Este es el meollo del pastoreo.
Quien pastorea debe observar cuidadosamente lo que sucede tanto dentro como fuera de la iglesia: la influencia mundana que la sacude desde afuera, los falsos maestros en su interior, discusiones vanas o incluso las dificultades que padecen los fieles que sirven en silencio. Para asumir todo esto se necesitan humildad y lágrimas. Así como Pablo se despidió de los ancianos de Éfeso en Hechos 20:17-19 diciendo que había servido “con toda humildad y con muchas lágrimas”, el pastor David Jang insiste una y otra vez en que “pastorear implica lágrimas”. Timoteo, siendo una persona tímida, sensible, incluso con problemas de estómago, fue ubicado en pleno campo de batalla pastoral, lo cual demuestra la obra de Dios que “escoge lo débil para avergonzar a lo fuerte” (1 Corintios 1:27).
Asimismo, el pastor David Jang subraya que el ministerio se realiza en equipo. Pablo contó no solo con Timoteo y Tito, sino con multitud de colaboradores: Silas, Lucas, Priscila y Aquila, Epafrodito, etc. La lista es larga, y todos se unieron para edificar la comunidad cristiana y proclamar el evangelio. La iglesia no debe ser un lugar para el lucimiento personal, sino un cuerpo donde se comparten las cargas, lloran juntos y se alegran juntos. Esa es la gran fortaleza de la iglesia.
El pastor también enfatiza que la evangelización (misión) y el pastoreo no pueden separarse. Cuando el Señor resucitado dio la misión a sus discípulos, dijo: “Hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8), la llamada Gran Comisión, y simultáneamente ordenó: “Apacienta mis ovejas” (Juan 21:15). Pablo, en sus viajes misioneros (primer, segundo y tercer viaje), nunca abandonó a las iglesias que fundaba. Las revisaba continuamente, las visitaba de nuevo o les enviaba cartas para que maduraran. Cuando se predica el evangelio, se ganan “personas” para Cristo, y guiarlas y cuidarlas es el corazón del pastoreo.
El pastoreo consiste en amar. Y sin amor, no se puede sostener. Tal como se menciona en 1 Timoteo 1:5, el amor proviene de “corazón limpio, buena conciencia y fe sincera”. Por otra parte, este amor no es resultado de nuestro esfuerzo, sino que surge cuando entendemos la misericordia de Dios que se derramó sobre nosotros, pecadores. Pablo, quien repetía una y otra vez que era “el primero de los pecadores”, recordaba su condición pasada. Conociendo semejante salvación y amor, predicó con fervor, y al mismo tiempo velaba con lágrimas para que la iglesia no se dispersara ni se viniera abajo.
Las Cartas Pastorales (1 y 2 Timoteo y Tito) son particularmente importantes dentro de las epístolas paulinas porque muestran de manera específica la filosofía pastoral de Pablo. Al leer estos textos, aprendemos sobre la cualidad necesaria en el liderazgo de la iglesia, la actitud hacia los creyentes, la prioridad de la adoración y la oración, cómo responder a los falsos maestros y organizar el orden de la iglesia. Todo esto brinda una columna vertebral para los pastores de hoy, como el pastor David Jang, que buscan ejercer su ministerio en el presente.
En relación con lo que dice 1 Timoteo 1 y la situación de una iglesia sacudida, David Jang recuerda la frase “acordándome de tus lágrimas” (2 Timoteo 1:4), subrayando que las lágrimas del pastor no son prueba de debilidad, sino un indicio de una entrega sagrada para proteger a los creyentes. Pablo deseaba que Timoteo no se rindiera. Al evocar la misericordia que él mismo había recibido, Pablo se esforzaba en animarlo.
La fuerza motriz esencial del ministerio es la gracia y la compasión. Cuando uno recibe esa gracia y misericordia, cuida la iglesia con gratitud. Por eso Pablo dijo:
“Doy gracias a Cristo Jesús nuestro Señor… porque me tuvo por fiel poniéndome en el ministerio” (1 Timoteo 1:12).
El oficio, la posición o el servicio en la iglesia no es algo que se conquiste por méritos propios, sino algo que se recibe como un honor y un privilegio. Tomar esa responsabilidad con gratitud o como una carga condiciona la actitud fundamental en el ministerio. Pablo, siendo un perseguidor de la iglesia, fue acogido por la compasión divina y se convirtió en un predicador del evangelio. Para él, esto bastaba para darle gracias a Dios cada día; esa gratitud era su energía para el servicio.
Así, incluso cuando surgen personas hostiles o que causan tropiezos en la congregación, el pastor debe intentar corregirlas, y si es imposible, debe tomar medidas firmes por la santidad de la iglesia. Al final del capítulo 1 (1 Timoteo 1:19-20), Pablo menciona a Himeneo y Alejandro como ejemplos de quienes naufragaron en la fe. Dice: “Los he entregado a Satanás, para que aprendan a no blasfemar”. Aunque se procura amarlos, si continúan destruyendo la iglesia y socavando el evangelio, no queda más remedio que expulsarlos. Esta clase de determinación también se requiere en la práctica pastoral.
En conclusión, el ministerio no es algo fácil. El pastor David Jang ha repetido a lo largo de sus sermones y enseñanzas que “pastorear la iglesia, que es el cuerpo del Señor, es una labor valiosa y a la vez imposible de realizar sin lágrimas”. Tanto la relación entre Pablo y Timoteo como entre Pablo y Tito reflejan la realidad del ministerio. Una enseñanza carente de amor genera disputas y divisiones, pero la que se arraiga en el amor y se nutre de la gracia y la compasión del Señor salva almas y edifica la comunidad.
Hoy día la iglesia enfrenta muchos desafíos: secularismo, pluralismo, materialismo, humanismo, y tantas otras corrientes que intentan desvirtuar la verdad del evangelio. Internamente, puede haber errores teológicos, motivaciones egoístas, división entre los miembros e incluso un estancamiento posterior a la pandemia. Todo esto crea un panorama complejo. Precisamente en tales circunstancias, debemos obtener sabiduría de la carta que Pablo escribió a Timoteo hace dos mil años. La clave es que todo nace de la misericordia y la gracia de Dios. Desde allí, no debemos abandonar la “buena batalla de la fe” (1 Timoteo 1:18).
El Señor resucitado, en Juan 21, ordenó: “Apacienta mis ovejas”, y en Hechos 1:8, enfatizó: “Seréis mis testigos hasta lo último de la tierra”. Estas dos tareas no se pueden separar, y numerosos colaboradores, junto al apóstol Pablo, las cumplieron con lágrimas y entrega, combinando la labor evangelística y el pastoreo. Quien tiene a su cargo el cuidado de la iglesia ha de recordar la misericordia recibida, amar a las ovejas y, al mismo tiempo, proclamar el evangelio hasta los confines de la tierra.
El pastor David Jang, ya sea instruyendo a pastores y creyentes en la iglesia coreana o en diversas partes del mundo, siempre ha exhortado a que asuman una postura bíblica y correcta frente a ambas tareas (misión y pastoreo). Al leer 1 Timoteo, debemos dar gloria a Dios, nuestro Salvador, y al Cristo Jesús, nuestra esperanza, recordando incesantemente la “misericordia” que se nos ha concedido como pecadores. Esa gratitud nos permite trascender las discusiones sin sentido y las genealogías interminables, edificando en cambio la iglesia, acallando la confusión y promoviendo el amor que da vida.
1 Timoteo 1 muestra a Pablo diciendo a Timoteo: “Protege la iglesia y defiende el evangelio, pero no olvides jamás que tú también eras el peor de los pecadores y que has recibido misericordia”. El ministerio que describe Pablo no está cubierto de palabras floreadas, ni de mitos ni de genealogías o teologías rebuscadas. Su centro es el amor que brota de la gracia y la compasión del Señor. Por tanto, los líderes y miembros de la iglesia actual deben reflexionar continuamente sobre los fundamentos de la pastoral, convirtiendo a la iglesia no en un espacio de discusiones y peleas, sino en un lugar de amor y gracia.
Esta tarea no es sencilla, ya que, de la misma manera que la gran iglesia de Éfeso se tambaleó, la iglesia de hoy enfrenta innumerables pruebas. Pero así como Pablo pudo levantarse de nuevo, y Timoteo pudo resistir pese a sus debilidades, también hoy quienes se aferran al amor y la compasión de Dios recibirán la fortaleza necesaria para triunfar. Con esa fuerza se edifica la iglesia y se cumple el mandato de proclamar el evangelio hasta el fin de la tierra, obedeciendo el mandato del Dios que es nuestro Salvador y de Cristo Jesús, nuestra esperanza. Este es el contenido práctico del mensaje que el pastor David Jang ha enfatizado constantemente: la correcta actitud ante el ministerio, la misión y la esperanza en los últimos tiempos.
Así, Juan 21 y las enseñanzas de Pablo a Timoteo se unen en una misma corriente. El mandato del Señor resucitado y la insistencia de Pablo sobre la importancia de proteger la iglesia conllevan los fundamentos más esenciales de la pastoral. La iglesia debe alimentar a sus ovejas con amor, salvaguardar a la comunidad de enseñanzas engañosas y prepararse para la venida del Señor. En todo ese proceso, tal como destaca el pastor David Jang, es fundamental echar raíces en “la misericordia de Dios”. Haber sido rescatados del pecado y recibir la compasión divina es el impulso que sostendrá por siempre la evangelización y la pastoral.