El propósito de este estudio es reflexionar, a partir del espíritu de la ofrenda presentado en 2 Corintios 8-9 y del ejemplo de la Iglesia de Filipos, sobre el rasgo esencial que caracteriza a la comunidad eclesiástica cuando el evangelio se hace realidad en la vida cotidiana. El pasaje donde Pablo menciona a las iglesias de Macedonia, que en medio de extrema pobreza ofrecieron sus bienes con un gozo desbordante, no se limita a describir un simple respaldo económico. Antes bien, representa una escena profundamente significativa que evidencia la dinámica de vivir el evangelio de manera concreta. Este tipo de entrega deviene un fruto natural de la experiencia de la gracia de Dios y su reflejo en la vida, y trasciende tanto el simple conocimiento doctrinal como la ejecución de programas en la comunidad cristiana. Con base en ello, el pastor David Jang exhorta a la iglesia contemporánea a recobrar la autenticidad evangélica que se ha perdido, a glorificar a Dios mediante una entrega sustentada en la gracia y a fortalecer la circulación espiritual entre los creyentes, interpretando todo ello como la “realización del evangelio”. En definitiva, este trabajo, a través de los ejes evangelio, entrega, compartir y circulación espiritual, reta a la iglesia a redescubrir su identidad y su orientación más allá del crecimiento externo o los logros programáticos, para constituirse en una auténtica comunidad del evangelio.
1. Desafío sobre la realización del evangelio y la comunión entregada
La iglesia primitiva no consideraba el evangelio como un conocimiento o concepto abstracto, sino como un poder real que afectaba cada ámbito de la vida. Experimentaban y encarnaban la gracia salvadora de Jesucristo, consumada en su muerte y resurrección, en la rutina diaria. El contexto en el que Pablo menciona la colecta de las iglesias de Macedonia, en 2 Corintios 8-9, ilustra ese modo concreto de vivir el evangelio. Aun padeciendo pobreza y pruebas, las iglesias macedonias se gozaban y contribuían libremente con sus recursos, mostrando que el evangelio no se queda en una confesión de labios ni en una mera declaración doctrinal, sino que produce verdaderos frutos comunitarios cuando se expresa en compartir y servir basados en la gracia.
El pastor David Jang, partiendo de esta lectura, lanza a la iglesia contemporánea una pregunta esencial: “¿Qué actitud asumimos cuando el evangelio se hace real?” Sostiene que el evangelio debe ir más allá de ser simple conocimiento doctrinal, planteamiento ideológico o estrategia de programas, y recalca que, al traducirse en la vida cotidiana, la iglesia experimenta entrega surgida de la gracia, un compartir genuino y una circulación espiritual en el Espíritu Santo. En una coyuntura donde muchas iglesias se ven atrapadas en la lógica del crecimiento externo o en una fe consumista, este retorno a lo esencial supone un punto de partida para recobrar la verdadera esencia evangélica.
En este artículo se analizará a fondo el significado teológico de la entrega que Pablo destaca en las iglesias de Macedonia y el ejemplo señero de la Iglesia de Filipos, al tiempo que se pone de relieve el mensaje que el pastor David Jang transmite a la iglesia de hoy. Además, se considerará cómo la solidaridad entre iglesias y la circulación espiritual constituyen un motor esencial para la comunidad del evangelio y qué implicaciones ofrece este enfoque en medio de una realidad contemporánea marcada por cambios sociales y culturales constantes.
2. Comprender el contexto de Pablo: la ofrenda de las iglesias de Macedonia y la fuerza del evangelio
La referencia que hace Pablo a la entrega de las iglesias de Macedonia en 2 Corintios 8 y 9 no es simplemente una muestra de “buen ejemplo”. Durante ese período, las iglesias de Macedonia (Filipos, Tesalónica, Berea) se hallaban bajo presiones económicas y sociales del mundo grecorromano. Formaban minorías creyentes, a menudo marginadas o perseguidas, lejos de disfrutar abundancia económica. Aun así, Pablo enfatiza que, pese a su extrema pobreza, daban de forma voluntaria y con “abundancia de gozo” (2 Co 8:2).
Esta conducta encierra una paradoja difícil de comprender desde una perspectiva meramente humana. Que una persona pobre ayude a otros más necesitados no se explica por cálculos sociales. No obstante, en el seno de la comunidad evangélica, la fuerza de la gracia —la intervención del Espíritu Santo y el amor de Dios— cambia la perspectiva de la vida. Para Pablo, la ofrenda no es meramente una “recaudación de dinero”, sino un espejo que refleja el acto central del evangelio: Jesucristo se despojó de sí mismo y se hizo pobre (2 Co 8:9). Por ende, la entrega de las iglesias macedonias es un acto de obediencia conjunta que replica ese despojo (kenosis) de Cristo.
Al reinterpretar este hecho en clave contemporánea, el pastor David Jang realza los rasgos distintivos de cuando el evangelio se hace tangible en la realidad. Destaca que la iglesia de hoy ha de reconocer que el evangelio no es una utopía ni una verdad puramente teórica, sino que debe manifestarse en frutos de entrega que compartan la gracia en situaciones concretas. Asimismo, recalca que la entrega no nace de la coacción, sino de “la gratitud y el amor que brotan tras haber recibido primero la gracia divina”.
3. El caso especial de la Iglesia de Filipos: demostración de la autenticidad evangélica
La Carta a los Filipenses refleja la cercana relación entre Pablo y la Iglesia de Filipos. Esta congregación, en especial dentro de Macedonia, fue sumamente diligente en apoyar el ministerio de Pablo (Fil 4:15-16). Le brindaron respaldo financiero y de otros tipos, dejando en claro que no eran meros “observadores” de la misión, sino colaboradores activos en la difusión del evangelio.
La ferviente entrega de la Iglesia de Filipos evidenciaba la hondura con la que el evangelio había arraigado en su comunidad. Para Pablo, la ayuda que recibía de los filipenses no solo suscitaba gratitud, sino que además constituía una prueba de “fidelidad y obediencia al evangelio”. Su acto de compartir no se limitaba a lo material, sino que se erigía en un “testimonio palpable” de la veracidad del mensaje de Cristo. Es decir, la comunidad que vive y cree genuinamente el evangelio se halla dispuesta a entregar sus bienes, dejando constancia de que su fe no es meramente palabrería.
El pastor Jang ve en la experiencia de Filipos una lección para la iglesia contemporánea. En la actualidad, muchas congregaciones pregonan consignas misioneras o enfatizan convicciones doctrinales, pero si el evangelio no trasciende a la vida diaria, tales proclamas quedan sin fundamento. La entrega y el compartir se constituyen en vías para probar y robustecer la sinceridad de la fe. No basta con abocarse al crecimiento numérico o a la solidez doctrinal; hay que demostrar cómo esa fe, transformada por el evangelio, se transfiere de manera real y palpable a la vida del prójimo.
4. El significado teológico de Pablo al llamar “buena obra” a la ofrenda: fruto de justicia y circulación espiritual
En 2 Corintios 9, Pablo describe la colecta como una “buena obra” (2 Co 9:8). En el entorno grecorromano, “buena obra” (agathon) podía aludir a un acto moral o ético, pero Pablo va un paso más allá y dice que esta “buena obra” produce acciones de gracias y alabanzas a Dios, a la vez que contribuye a la multiplicación del “fruto de justicia” en la comunidad (2 Co 9:10).
Este “fruto de justicia” alude al conjunto de efectos de una comunidad y una vida que han sido transformadas por el evangelio. No se limita al aumento de fondos recaudados ni a los elogios externos. La “justicia” (dikaiosynē) abarca la paz y la rectitud derivadas de una relación correcta con Dios. Así, la comunidad que produce un fruto de justicia no se limita a vivir bien ante Dios, sino que evidencia frutos genuinos del Espíritu (Gá 5:22-23) en su trato con los demás.
El pastor David Jang enfatiza que la entrega no se reduce a “mejorar la imagen de la iglesia” o a lograr “éxitos en los programas”, sino que debe entenderse como un flujo de gracia de naturaleza espiritual. La contribución hecha con sinceridad honra a Dios, aviva la oración y la comunión fraterna, y ese refuerzo en la oración y el amor conduce a más entrega, conformando un círculo espiritual de crecimiento constante. Así, la iglesia deja de ser solo un agente de “ayuda social” para convertirse en un “ecosistema espiritual” en el que se generan y difunden energías de vida.
Tal enfoque lleva al pastor Jang a orientar a la iglesia contemporánea. Con frecuencia, la actividad eclesiástica gira en torno a proyectos y programas que a menudo son efímeros. En cambio, la esencia de la entrega basada en el evangelio es un ciclo perdurable de bendición, donde la gracia divina se plasma como entrega, esa entrega despierta gratitud y alabanza a Dios, intensifica la oración y el amor mutuo, y a su vez alienta nuevas expresiones de entrega. De este modo, la iglesia no se reduce a una institución que “realiza buenas obras”, sino que funciona como un auténtico “ecosistema espiritual”.
5. La entrega basada en la gracia: el punto de inflexión que propone el pastor Jang para la iglesia actual
Tomando como base la esencia de la teología paulina, el pastor David Jang presenta un sendero para la iglesia contemporánea. Considera que las congregaciones de hoy deben trascender la simple ortodoxia doctrinal, la eficacia organizativa o la variedad de estilos de culto, a fin de demostrar la autenticidad del evangelio a través de una entrega cimentada en la gracia.
Esto no implica solo “compartir más”. El énfasis de Jang radica en la “fuente de la motivación”. La entrega genuina no brota de la coacción ni del deber, sino de la gracia ya recibida. Por ello, la iglesia ha de fomentar un entorno en el que los creyentes experimenten la gracia de manera profunda, se dejen conmover por el amor de Dios y extiendan esa conmoción a quienes los rodean. En otras palabras, se necesita propiciar que el evangelio no sea únicamente teoría, sino fuerza transformadora de la vida.
El pastor Jang recurre a la expresión “realización del evangelio” para describir este proceso, subrayando que la entrega es decisiva en la configuración de la identidad y la orientación de la iglesia. Si la congregación olvida la gracia recibida y se centra en la gestión de programas o el crecimiento externo, el genuino poder del evangelio se diluye. En cambio, la entrega arraigada en la gracia convierte a la iglesia en una “red de provisión espiritual” que distribuye el amor y la benevolencia de Dios.
6. Solidaridad entre iglesias y ecosistema espiritual: influencia e interdependencia mutua
Una de las razones por las que Pablo comunicó a la iglesia de Corinto el ejemplo de las iglesias de Macedonia es que la generosidad de una comunidad puede estimular el deseo de entrega en otra, creando un círculo de motivación mutua y bendición recíproca. En el siglo I, las iglesias estaban dispersas por todo el Imperio romano y afrontaban condiciones económicas y culturales dispares. Algunas tenían más medios; otras atravesaban aguda escasez. Pablo animaba a las congregaciones con recursos a socorrer a las más desfavorecidas y, por otro lado, invitaba a que aquellas que recibían apoyo respondieran con agradecimiento y oración, reforzando así la interdependencia espiritual (2 Co 9:12-14). Se trataba de un auténtico “ecosistema espiritual” en el que las distintas comunidades se apoyaban recíprocamente y maduraban juntas.
Trasladando estas pautas a la actualidad, el pastor Jang insta a las iglesias a promover intercambios y colaboraciones, tanto nacionales como internacionales. El soporte a iglesias misioneras o la movilización de ayuda económica en situaciones de desastre no son meros actos humanitarios, sino que ejercen de “red de circulación” que inyecta vida en todo el cuerpo del evangelio. Mediante este flujo, la iglesia puede superar limitaciones geográficas y culturales, y afianzar una conciencia global de unidad evangélica.
7. Realización del evangelio: transformación de la vida y testimonio social
La realización del evangelio no se circunscribe al ámbito personal, sino que se proyecta hacia la esfera social. Cuando el evangelio se expresa en la entrega y el compartir dentro de la iglesia, su repercusión se expande también fuera de ella. En la época grecorromana, la iglesia primitiva cuidaba a los sectores más vulnerables y ofrecía ayuda concreta a esclavos, mujeres y personas indigentes, generando una cultura ética inusual para esa sociedad. Este compromiso solidario despertaba el interés de la sociedad y la llevaba a mirar con nuevos ojos la propuesta de la iglesia.
Los Padres de la Iglesia, en los siglos II y III, recalcaron que, a través de esos gestos de ayuda y comunión, el evangelio no solo aborda la salvación del alma, sino que contempla la restauración integral y social de las personas. Entendían que la entrega constituía una vía para evidenciar que el reino de Dios se hace visible en este mundo.
El pastor Jang, siguiendo esa línea, afirma que la iglesia puede recobrar su credibilidad social y proponer valores alternativos mediante la entrega evangélica. En un contexto donde predomina el consumismo y el materialismo, y donde se exalta el individualismo, la entrega de la iglesia, tan contraria a la lógica del interés propio, exhibe la potencia del evangelio. Esa diferencia radical suscita preguntas como: “¿Por qué esta comunidad actúa de modo tan distinto?”, y tal interrogante puede conducir a indagar el evangelio y a despertar en la gente la inquietud de conocerlo.
8. Retos para la iglesia contemporánea: profundizar la vivencia de la gracia y forjar estrategias de evangelización práctica
Para reactivar la entrega evangélica, el pastor Jang plantea cuatro tareas fundamentales:
Primero, profundizar la vivencia de la gracia. La entrega no se sostiene en la mera voluntad humana ni en la fuerza moral. Solo cuando el creyente experimenta intensamente la gracia divina surge la gratitud que lo impulsa a compartir y servir. Por ello, la iglesia debe brindar espacios de culto, meditación bíblica, oración y discipulado que fomenten la experiencia de la gracia.
Segundo, formar una comunidad que aprende mutuamente. Así como Pablo mostró a los corintios el ejemplo de la iglesia de Macedonia, en la actualidad también es posible conocer y asimilar experiencias de otras congregaciones, ya sean nacionales o extranjeras. A través de conferencias, asociaciones y convenios de cooperación, las iglesias pueden intercambiar recursos y aprendizajes que potencien su acción y completen sus carencias.
Tercero, diseñar estrategias de evangelización concretas. La iglesia debe demostrar de manera tangible el amor y el cuidado del evangelio: iniciativas de alimentación para niños vulnerables, apoyo a refugiados, campañas de limpieza del entorno, ayuda a víctimas de violencia doméstica y planes de educación. Estas acciones revelan que el amor cristiano no es retórico, sino práctico. Cuando la iglesia recalca que todo ello nace de la gracia, logra recuperar la confianza social y confirmar públicamente su testimonio evangélico.
Cuarto, la entrega no puede limitarse a un solo acto. Ha de prolongarse en un ciclo de gratitud y oración que genere nuevas entregas. Por ello, la iglesia debe fomentar espacios de oración colectiva, testimonios periódicos y visitas a las misiones, a fin de que la entrega deje de ser un evento aislado y se convierta en un proceso de madurez continua.
9. Entrega evangélica y recuperación de la identidad
La entrega evangélica desempeña un papel clave en la reconstrucción de la identidad eclesial. En la actualidad, se percibe a la iglesia a menudo como una “gran organización” o un “proveedor de programas”. Sin embargo, la entrega deja claro que su esencia no reside en ofrecer actividades, sino en ser un cuerpo que experimenta la gracia y la comparte.
El pastor Jang hace hincapié en la necesidad de redescubrir la razón de ser de la iglesia. Su naturaleza consiste en “vivir el evangelio” como “pueblo de Dios”, y la entrega no es una simple actividad opcional, sino un corolario inherente a dicha identidad. La iglesia ha de reformularse, no como institución que provee programas, sino como una red de gracia y amor. Cuando la entrega evangélica cobra fuerza, la iglesia redescubre quién es y con qué fin existe.
La visión del pastor Jang aporta de modo significativo a la teología práctica, que se ocupa de cómo la iglesia debe vivir y actuar. En lugar de confinar el evangelio a teorías, se busca encarnarlo en la vida y en el ministerio. El énfasis de Jang, arraigado en la interpretación de la teología paulina, ayuda a la iglesia de hoy a recuperar la sensibilidad evangélica a menudo difuminada. No se trata de introducir meros programas o estrategias de gestión, sino de promover un resurgimiento teológico y pastoral enfocado en la gracia como el eje de todo acto de entrega y servicio. La entrega vinculada a la gracia brinda autenticidad espiritual a la acción de la iglesia y la convierte en una testigo eficaz del evangelio.
La sociedad actual, inmersa en la globalización, la informatización y la secularización, pasa por cambios vertiginosos que derivan en confusiones sobre la identidad y la misión de la iglesia. El materialismo y el individualismo arraigados desincentivan la entrega, mientras la competitividad empuja a la búsqueda del “éxito”. Sin embargo, la entrega evangélica promovida por el pastor Jang confronta esas tendencias seculares, proponiendo un estilo de vida diferente. Supone despojarse de uno mismo y servir al otro para hallar la verdadera alegría, subvirtiendo la lógica que prioriza acumular y escalar, y evidenciando la paradoja cristiana de alcanzar la plenitud mediante el sacrificio.
Gracias a ello, la iglesia puede plantearle al mundo preguntas disruptivas: “¿Por qué esta comunidad decide compartir lo que posee en una sociedad donde todos compiten por su propio beneficio?” Dichas interrogantes llevan finalmente a explorar el evangelio y a experimentar la gracia de Cristo.
Como se ha analizado, la ofrenda de las iglesias macedonias en 2 Corintios 8-9 no se reduce a una simple colecta, sino que encierra un gran valor teológico. Pablo pone de relieve que esa entrega manifiesta el poder efectivo del evangelio, cimentado en la gracia y expresado por medio de la disposición a compartir, transformando internamente la comunidad e influyendo en otras iglesias para la gloria de Dios.
El ejemplo de la Iglesia de Filipos muestra cómo el evangelio, al volverse real en la vida cotidiana, se expresa en actos de entrega desinteresada que trascienden la afiliación doctrinal o la prosperidad externa y sirven como un examen y una formación del corazón eclesial. Para el pastor David Jang, retomar estas enseñanzas de Pablo constituye el sendero para que la iglesia recupere su esencia. Destaca que la entrega no se limita a ejercer caridad o filantropía, sino que genera una circulación espiritual que exalta a Dios, fortalece la comunión fraterna y expande la interacción evangélica a nivel global.
De este modo, la entrega evangélica designa a la iglesia como “comunidad alternativa” que prefigura el reino de Dios. Al compartir y servir sin reservas, la iglesia pone de relieve la fuerza paradójica del evangelio, confrontando la cultura consumista e individualista, y encendiendo la curiosidad sobre el origen y la fuente de ese poder transformador. De esta forma, la sociedad se pregunta por la procedencia de ese amor y de esa forma de vida distintas, lo cual abre la puerta para testimoniar la gracia de Jesucristo.
En suma, la entrega se presenta como la vía esencial para la realización del evangelio, fortaleciendo la vida interna de la iglesia, favoreciendo la solidaridad entre congregaciones y brindando luz a la sociedad. Según el pastor Jang, esta senda permite a las congregaciones ir más allá de la mera planificación de programas y el crecimiento numérico, y las ancla en su naturaleza primordial de servicio y comunión. Cuando está arraigada en la gracia, la entrega revitaliza la identidad de la iglesia y confirma, en el contexto actual, que el evangelio sigue siendo un poder vivo que transforma la historia personal y colectiva. Gracias a esta entrega, la iglesia no solo “habla” del evangelio, sino que lo “encarna”, erigiéndose en una comunidad santa que visibiliza el amor de Dios en el mundo. Así, siguiendo el ejemplo de las iglesias macedonias y de la Iglesia de Filipos, se ratifica que la entrega constituye el sendero esencial para la recuperación de la identidad eclesial y para la realización concreta del evangelio hoy.